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El compañero Radamel Falcao

Publicado: 2014-01-25


Yo fui compañero de Radamel Falcao García, eso pocos lo saben. No, no me vestí de corto, no jugué profesionalmente al fútbol, es más, de chico era uno de los últimos en ser elegidos para jugar la pichanga en el parque de la Cruz en Pueblo Libre. Aun así el destino quiso que yo compartiera algunos momentos con el habilidoso jugador colombiano. Las tierras de Diego fueron testigos de esos pequeños momentos. No, no jugué tampoco en River Plate. Entonces, ¿cómo diablos llegué a cruzarme con Radamel en mi vida? El talentoso colombiano no sólo se limitaba a ser un futbolista más, él sabe que la carrera de un futbolista es corta y piensa en el mañana. La carrera del futbolista dura a lo mucho hasta los 40 años y si no guardó pan para mayo estará en aprietos por eso el Tigre, al parecer, también quiere ser periodista.

Sí, el reconocido jugador de la selección colombiana en algún momento pasó por las aulas de la Universidad de Palermo. Yo tenía un par de meses viviendo en Argentina y estaba en pleno proceso de deslumbramiento- adaptación.

Si bien había terminado mis estudios universitarios en el Perú, decidí comenzar de cero la carrera de periodista. El mencionado centro de estudios no tiene un campus como muchas universidades de la cada vez entrañable Lima. Los locales de la UP están enclavados en varios puntos del exclusivo barrio porteño. A diferencia de la Universidad de Lima, lugar donde cursé la carrera de Derecho, los horarios son en bloque; uno puede elegir mañana, tarde o noche y así tienes la posibilidad de trabajar y estudiar.

Fue en la clase de periodismo policial donde me crucé con Falcao. Uno de mis primeros amigos en este país también era colombiano y por aquel entonces hincha de River Plate, luego se alejó del Millonario y se hizo pincharrata, por lo que al actual delantero del Mónaco lo tenía más que registrado. Llegó con unos jeans gastados y con un polo como cualquier hijo de vecino, y preguntó si la clase era en el salón donde un ruidoso grupete de chicos esperaba al profesor. Como era de esperarse, muchos de los “pibes”, algunos hinchas de River, lo reconocieron y lo saludaron.

La preocupación de aquellos días era la vivienda. Los alumnos extranjeros y los del interior del país enfrentaban la difícil misión de conseguir un departamento. Para alquilar un inmueble en Buenos Aires te piden una garantía de Capital y al no conocer a nadie te queda la opción de compartir de departamento o conseguir una pieza en alguna pensión estudiantil. Era uno de esos interrogatorios grupales sobre el lugar de vivienda hasta que la pregunta recayó sobre Radamel: “El club me paga un departamento en Belgrano”, respondió el colombiano. Muchos comenzaron a preguntarle qué otros beneficios tenía. Nos enteramos que también un flamante Peugout 206 para movilizarse en la ciudad formaba parte del pack. Nosotros lidiábamos a diario con el subte y sobre todo en un horario punta. Estábamos en el turno noche, de 19 a 22.30 y coincidíamos con el término del horario laboral de todos. Eso y las muchas veces que me perdí al hacer una mala conexión entre las líneas.

El profesor del curso también lo reconoció al Tigre, y ahora que lo pienso también hubiera estado bueno pedirle una camiseta del Millonario. No por dejadez, ni por aburrimiento, pero Radamel fue a un par de clases más y nunca más lo vi por la universidad. En esos días, él se recuperaba de una seria lesión y eso le daba la opción de ir a clases, pero al mejorar su dolencia, las exigencias del club dificultaban seguir con sus obligaciones académicas.

Su carrera iba en ascenso. Jugó su primera Libertadores, a su equipo en el campeonato local le iba bien y logró en el 2008 su primer campeonato de la mano del Cholo Simeone. En el 2009, el Tigre se fue de Argentina hacía Europa y todos ya sabemos el resto la historia.

Uno se da cuenta cuando un tipo está comprometido con lo que hace. En los estrechos y, por aquellos días, calurosos pasillos de la Universidad de Palermo los chicos fumaban como locos. La prohibición de hacerlo en lugares cerrados aún no existía y la gente hacía de esos lugares verdaderos cuartos de humo. Cada vez que alguien prendía un pucho, él se alejaba un poco y se excusaba por el tema deportivo. Tenía 20 años, y se notaba la seriedad con la que tomaba el fútbol, no solamente en la canchas sino también fuera de ellas.

Por eso que sentí cierto pesar cuando me enteré que tal vez no pueda jugar el Mundial. Él se merece jugarlo, como jugador debe ser lo máximo ir a “la fiesta máxima del fútbol” y es el premio a su profesionalismo. Es más que seguro que no se debe de acordar de mí o del grupo con el que aquel primer semestre del 2006 compartimos clases, pero aun así espero que esa lesión no lo impida de ir a Brasil 2014.


Escrito por

Luis Vilchez Reyes

Periodista. Viví durante quince años en Argentina, hoy estoy en el sur del desierto israelí. Que sea siempre rock. TW: @lvreyes


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