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La titánica tarea de comprar dólares en Argentina

Publicado: 2014-10-26


Usted, querido amigo, si necesita comprar la divisa norteamericana para cumplir con una obligación o para ahorrar no tiene nada más que ir, por ejemplo, a la puerta del Supermercado Metro que está en la cuadra cinco de la avenida Sucre, en Pueblo Libre, con sus soles en el bolsillo, acercarse a un cambista a comprar la cantidad de “verdes” que pueda y/o necesita.

¿Se imaginan que en medio de esa transacción, un policía con un perro que detecta dinero lo detenga, se lo lleve detenido y le quite el dinero? Parece algo sacado de una película de ficción pero en la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner eso le puede suceder.

A propósito del sonado escándalo propiciado por la denuncia de un extrabajadora del consulado peruano en Argentina en contra del cónsul en ese país, los peruanos tomaron conocimiento de algo llamado “dólar blue”, la divisa extranjera que se vende en el país gaucho en las “cuevas”.

¿Es tan difícil comprar dólares y es tanta la diferencia entre en bancario y el blue? Sí. Es complicado y si los adquieres en la calle, para la legislación argentina, estás cometiendo un delito.

A mediados de julio me vi obligado a enviar unos cuantos dólares a Perú. Mi abuela, la mujer que me crió los primeros años de vida porque mi mamá trabajaba, necesitaba una silla de ruedas y entre mi hermana y yo decidimos hacernos caso de ese gasto. Ella, desde Estados Unidos, sólo le bastó ingresar a internet y enviar a Lima, por Western Union, una cierta cantidad de divisa extranjera. Algo que le demoró unos tres minutos. Mi historia es distinta.

En mi trabajo me debían un día de vacaciones y decidí tomármelo el 28 de julio, el día de Fiestas Patrias. “Pedí el día para comprar dólares para enviarlos a Lima”, le dije a mi mujer cuando me preguntó porque no trabajaba ese día. ¿Por qué no fui al banco? El viernes había ingresado al sistema de la AFIP, la SUNAT gaucha, para que me autoricen a comprar 100 dólares, unos 1270 pesos en aquel entonces, y el sistema me dijo el mensaje de “Sr. Contribuyente; en función de los parámetros cuantitativos establecidos por la comunicación 5526 del BCRA, sus ingresos no superan el último año los mínimos establecidos”, lo que en términos bien peruanos significa: “Eres misio. Lo que ganas te alcanza con las justas para vivir, ¿y quieres comprar dólares? Ja!”. Trataba de conseguir un dólar a 8.25 pesos, al que se le tiene que sumar el 20% de comisión.

Era lunes y antes del mediodía tomé el subte para irme al microcentro porteño. Luego de un viaje de 20 minutos llegué a calle Florida, algo parecido al Jirón de la Unión de Lima. Recuerdo que en 2006, año que vine a vivir esa vía andaba plagada de “arbolitos”, como se les llama a los cambistas acá. Ahora brillan por su ausencia y tienes que acercarte a los que parecen vender dólares. Las viejas cuevas, o casa de cambio, a las que solía ir cuando no había restricción cambiaria no existen más. Estaban ubicadas en algunas galerías donde ahora hay locales vacíos y cerrados.

-Necesito 100 dólares, ¿a cuánto está la venta?, le pregunté a una chica

-“13.10, me respondió algo desconfiada me respondió mientras miraba a todos lados.

- ¿El viernes no estaba 12.70?, le retruqué intentando en conseguir un mejor precio.

-El mercado está movido, es comienzo de semana, me respondió.

-Gracias, le dije y me alejé buscando a otro "arbolito".

Demorarme en conseguir los ansiados dólares significaba que iban a subir más. Los bancos trabajan en Argentina de 10 a 15 horas, una vez que cerraron, la venta de moneda extranjera sube aún más. Entré a una vieja galería, donde está una agencia de envío de dinero a Perú, la que auspicia al equipo crema, y observé que del local de una empresa de venta de pasajes de micro entraba y salía gente. Con preguntar no perdía nada.

-Hola, ¿venden dólares?, pregunté.

- Sí, a 13, ¿cuántos querés?, me respondió un hombre de 50 años.

- Unos 70 dólares, le respondí mientras hacía el cálculo mental. Tenía que sumarle el costo del envío a Lima.

- Bueno, dale, pasá, me respondió.

El lugar era una oficina de 5x5. Tenía todo el aspecto de vender pasajes de micros de larga distancia. La verdad que también se dedicaban a eso, pero lo que dejaba más dinero, evidentemente, era la compra y venta de dólares. Terminé la transacción y salí a la agencia para enviar dinero. Con fotocopia de mi DNI argentino en mano, requisito para enviar dinero al exterior para un posterior de la AFIP, me acerqué a la ventanilla.

-70 dólares para enviar a Lima, le dije al chico que atendía en la ventanilla. Tras decirle el nombre de mi madre como beneficiaria, la transacción terminó.

-“Feliz 28”, me dijo al chico cuando me iba. 

-“Feliz 28”, le respondí. 

Hace mucho que no escuchaba esa entrañable frase, pero no sé si era tan feliz. Envié los míseros 70 dólares, míseros porque en el Perú valen para muy poco, pero en Argentina representan mucho y sobre todo cuesta conseguirlos. 

“Este sujeto está mintiendo. No creo que con perros busquen dinero”, dirá cualquier persona que lee esto. Para muestra un botón: en este artículo informan sobre un operativo organizado por la AFIP en el cual los canes buscan “arbolitos” y “cuevas”.

La ley penal cambiaria de Argentina fija una multa económica de hasta 10 veces el monto de la operación y una pena de hasta ocho años de prisión en caso de reincidencia para quienes compren y vendan dólares en el mercado negro. Es decir, ese día me la jugué, en aquel entonces no existía el proyecto de reforma del código procesal penal de CFK, el que habilitaría la expulsión de extranjeros que sean sorprendidos cometiendo un delito. Infringí la ley porque tenía necesidad por mandar un dinero por un tema de salud familiar, felizmente no era de vida o muerte, pero quería apoyar. ¿Qué tendría que haber hecho para evitar eso? ¿Soy tan culpable como el cónsul que recurrió a una cueva para tener un mejor tipo de cambio?

Con el escándalo, el peruano se enteró una parte del problema del tipo de cambio en Argentina. Algunos tildaron al representante del Gobierno peruano de sinvergüenza porque al cambiar los dólares conseguía más pesos, ¿pero eso no lo haría cualquier mortal en su sano juicio? Usted lector, si mañana va a la plaza San Martín a cambiar sus “verdes”, ¿prefiere al cambista que le da 2.91 o 2.95 por sus dólares?


Escrito por

Luis Vilchez Reyes

Periodista. Viví durante quince años en Argentina, hoy estoy en el sur del desierto israelí. Que sea siempre rock. TW: @lvreyes


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