Nos sigue pegando abajo (la economía argentina)
¿Cómo es vivir en un país donde la inflación del 2018 trepó al 47,6%, la cifra más alta en los últimos 27 años?
Cuando vine a vivir a Buenos Aires, allá por marzo de 2006, el valor de un peso y de un sol eran más o menos el mismo 3.30 dólares. Trece años después, el tipo de cambio en Perú se movió un par de centavos, mientras que en Argentina para comprar un dólar tienes que desembolsar 45.30, en el peor de los casos.
No soy economista, por tal motivo no puedo dar una explicación basada en teorías, tan solo puedo contar mi experiencia de cómo hacen los argentinos y residentes en éste país para sobrevivir en una economía que hace que cada semana tu sueldo pierda capacidad adquisitiva.
En un país polarizado políticamente, en el que la población se divide entre peronistas y no peronistas, la respuesta sobre las causas del debacle tiene dos explicaciones: los seguidores de la ex mandataria argentina, Cristina Fernández de Kirchner, personaje identificada con el peronismo te dirán que lo mal que la estamos pasando es gracias a Mauricio Macri, “la estamos pasando mal porque votaron por un personaje que siempre estuvo ligado al empresariado de éste país, ese grupo que no le importa el pueblo. El ´gato´ es el culpable”. Los antiperonistas, muchos de ellos votantes de Cambiemos (la coalición gobernante), dirán, en sintonía con el discurso oficialista que “el descalabro económico es producto de la pesada herencia que dejó el gobierno kirchnerista”.
Por más que los seguidores de la viuda del fallecido exmandatario Néstor Kirchner aseguren que cuando ella dejó el poder la Argentina tenía la menos cantidad de pobres que Alemania hasta el día de hoy no sabemos si esto era verdad. En 2013, el gobierno de CFK decidió que el INDEC, la versión argentina del INEI, dejara de medir los índices de pobreza, por tal motivo no se sabía a ciencia cierta cuánta gente se encontraba en esa situación. Para aquel entonces, los precios ya iban aumentando; había cepo cambiario, es decir, el estado te autorizaba a comprar cierta cantidad de dólares que ellos determinaban arbitrariamente y había dos tipos de cambio: el oficial, a 8.60 pesos, y el blue (mercado negro) a $13,73 pesos. El gobierno hacía intentos para que los sueldos acompañen esos aumentos, cada cierto tiempo subía el sueldo mínimo e hizo su debut el término “precios cuidados”, que era una lista de productos básicos que debían de tener todos los supermercados en sus góndolas a un precio fijado por el gobierno.
Llegó 2015, año de elecciones presidenciales. El candidato del oficialismo, Daniel Scioli, tenía que tener cuidado con lo que declaraba, la consigna era seguir con los logros alcanzados y corregir algunos desaciertos del gobierno de CFK. Los kirchneristas más recalcitrantes no estaban de acuerdo con ese discurso. Scioli se mostraba como un hombre de dialogo, con un estilo menos confrontativo que el de la por aquel entonces presidenta. Del otro lado del ring estaba Mauricio Macri, el candidato de la derecha, uno que no pertenecía al radicalismo, el histórico rival del peronismo. El actual presidente argentino tenía en su currículum el haber sido el exitoso presidente del club Boca Juniors, durante su mandato el equipo xeneize había ganado todo y había administrado a aquella entidad de la mejor manera; y dos aceptables gestiones como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es decir, el alcalde de la capital argentina. Entre sus principales promesas electorales estaban: los trabajadores no van a pagar impuesto a las ganancias, lograr pobreza cero y bajar la inflación a un dígito; llegamos a un nuevo año electoral y todos éstos ofrecimientos fueron incumplidos. La explicación que da el oficialismo es la misma a la que recurrida el anterior gobierno: la pesada herencia dejada por sus antecesores.
Es cierto que Macri y compañía no podía saber el estado real de la situación hasta que asumieran en sus funciones, esa tarea era tan fácil e inmediata de realizar. Según el oficialismo, la inflación dejada por el kirchnerismo era de 140%, el valor del dólar oficial se triplicó de $3,15 a $9,51, mientras que por el precio del "blue" se incrementó en 409% (se multiplicó por cinco), a 16 pesos. Según el discurso oficial, todos estos factores hacen que no se puedan cumplir con lo ofrecido durante la campaña electoral.
Dos cucos hicieron su aparición en el actual gobierno: el gradualismo y la “ayuda” del FMI. Yo era pequeño cuando Mario Vargas Llosa se enfrentó a Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990, mientras el primero señalaba que un shock económico era la única salida para salir de la hiperinflación dejada por el fallecido Alan García, el ingeniero de origen japonés señalaba que él prefería el consenso por encima del shock y el gradualismo; algunos analistas políticos auguraban que Fujimori al final optaría por el gradualismo, al final se equivocaron y no quedó más remedio que aplicar el fujishosk. ¿Era posible aplicar una medida tan drástica en Argentina? Muchos aseguran que, si el ministro de economía de Macri se hubiera plantado frente al televisor como Juan Carlos Hurtado Miller, el gobierno del ex jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hubiera culminado tan abruptamente como el del expresidente Fernando De la Rúa.
Razonamiento de un hombre común y corriente
Nunca me gustaron ni las matemáticas ni la economía, es por ese motivo que mi básico razonamiento se basa en cuestiones vivenciales. Cuando un kirchnerista me dice que la pesada herencia es una mentira, que la “Jefa”, como ellos llaman a Cristina Fernández de Kirchner, dejó un record de reservas en el Banco Central de la República Argentina. Entonces si era cierto eso, ¿por qué había cepo cambiario durante el gobierno de CFK? Si hay mucho de algo, yo no voy a restringir la venta de ese bien, o como en éste caso, de dólares.
Recuerdo que, en 2014, me casé y me fui de luna de miel; como muchas parejas acá opté por regalos en efectivo, algunos de nuestros amigos y familiares nos obsequiaron dólares y con eso pudimos cubrir gastos a alojamiento y comida durante nuestro viaje a Colombia. En una de esas expediciones en el caribe llevé el dinero justo y una tarjeta de débito, se me había terminado el efectivo y el lugar donde comíamos no tenía posnet, la mujer que nos atendía me sugirió extraer dinero del cajero de un banco, con cierta incomodidad le dijimos que en el país en donde vivíamos había una regulación que no nos permitía sacar dinero en el extranjero, a lo que ella dijo: “Ah, son argentinos, ¿no?”. Los funcionarios de CFK llegaron incluso a “recomendarnos” vacacionar, con la excusa de impulsar el turismo interno, en el país mientras que ellos lo hacían en el exterior.
“Pero antes con Cristina comíamos asados todos los fines de semana y los servicios (agua, luz y gas) eran más baratos” son algunos de los argumentos de los militantes kirchneristas. Es verdad “había dinero”, pero apenas cruzabas la frontera te dabas cuenta de su verdadero valor, el peso argentino a comparación de las monedas de los países limítrofes o del Perú valía muy poco. Se vivía mejor que ahora, pero es como cuando vives un mes a punta de tarjeta de crédito, la pasas bien, no hay preocupaciones hasta que llega la hora de pagar. Durante el kirchnerismo se emitieron muchos billetes, por aquel entonces el de máxima denominación era el de 100 pesos, el que aparece el expresidente argentino Julio Argentino Roca, luego salieron otros de la misma denominación con el rostro de Eva Perón. Con el actual gobierno hicieron su aparición los de 200, 500 y 1000 pesos. ¡Es cierto! Antes los servicios eran muy baratos; la luz, el agua y el gas eran muy baratos, casi tan igual como pagar un kilo de milanesas o una Coca Cola de dos litros, Macri quitó los subsidios, ahora pagamos lo real, el estado ya no se hace cargo de nada. Los recibos con sumas astronómicas comenzaron a llegar a las casas durante el invierno del año pasado, afortunadamente no tengo calefacción a gas, pero sí eléctrica, en casa llegamos a pagar casi 180 dólares de luz, eso me obligó a cambiar todos los focos de la casa, nos pasamos a lámparas de led y fue así que bajó significativamente la factura de luz.
El primer lugar donde viví en Buenos Aires fue una pensión muy cerca de la Plaza de Mayo, era un quinto piso de un antiguo edificio, pero para nada descuidado. En la parte de abajo había un supermercado chino y recuerdo que un chileno, con el que me iba a recorrer bares, llegó una tarde a contarme con mucha emoción que las Quilmes, las de un litro, costaban un peso. Por aquel entonces el sueldo mínimo era 690 pesos. En el Bellagamba, mi bar favorito en Buenos Aires, por aquel entonces una Stella Artois costaba 5 pesos, hoy esa misma cerveza en ese mismo lugar cuesta 180 pesos.
Los conciertos, que acá los llaman recitales, no fueron inmunes a los aumentos. En diciembre de 2007 fui a ver a Calamaro, donde se grabó la versión en vivo de Paloma, y pagué 35 pesos. Es una costumbre que vendan el polo de la fecha del recital, ese que usó el Salmón que dice “Rockeros” costaba 20 pesos. Hace tres días pagué 1930 pesos por una entrada para el recital que Caballeros de la Quema, los de Avanti Morocha.
Bancando los trapos
Ésta argentinísima expresión viene del fútbol y significa que hay que estar en las buenas y en las malas. Vivo hace ya casi 14 años e hice mi vida aquí, me casé, tuve a dos de mis hijos, compré mi auto, mi casa y pensar en irme del país es algo complicado. Comenzó el éxodo de los más jóvenes a Europa. Así como en la crisis de 2001, muchos chicos y chicas hoy están haciendo valer su condición de hijos o nietos de italianos o españoles y se están yendo al viejo continente. Si bien mi bisabuelo materno es español, no tengo ningún papel que lo acredite. Mi matrimonio es mixto, es decir, mi esposa es judía y ella podría hacer la aliyá, es decir, migrar a Israel, pero no es sencillo y yo al no ser de la colectividad, me costaría mucho más obtener los papeles de residencia allá. Hace unos días, una amiga de mi esposa vino de visita, ella vive en Tel Aviv y nos contó que es bastante caro vivir allá, y mucho más pagar a alguien que cuide a los hijos mientras que ambos estamos trabajando.
Cuando pienses en volver
La otra noche con mi esposa hablamos de irnos a Lima si esto se pone difícil, rozando con lo imposible. Nuestro miedo más grande es que esto se convierta en Venezuela. Laboralmente, en el Perú uno es un muerto cuando ya cruzó la barrera de las cuatro décadas y conseguir un trabajo es difícil. Yo hice acá un máster en periodismo y mi esposa es licenciada en Recursos Humanos, conseguir algo allá en lo que estudiamos es complicado porque no tenemos experiencia en el mercado laboral local. Como periodista, nunca dejé de informarme de los sucesos que ocurren en el Perú, pero en caso de presentarme en un trabajo estoy seguro que elegirían a un postulante más joven y con experiencia en Perú.
Los ciclos de la economía argentina
El otro día, en el área de prensa y comunicación del ministerio donde trabajo, uno de los más experimentados, un hombre de unos 60 años, nos decía: “Chicos, esto ya lo pasamos, hay que agarrarse muy fuerte hasta que pase la tormenta. En ese momento se me vino a la mente una frase de una canción de Calamaro, una que se llama el “Tilín del Corazón” que está en el Palacio de las Flores, un disco que salió cuando yo tenía viviendo acá un par de meses, que dice: “Alguna vez todos tuvimos que agarrarnos del sombrero, porque la tormenta era cruenta”.
Mi suegro me dice lo mismo, que ya pasaron por algo parecido, que en el 2001, cuando el expresidente argentino Fernando de la Rúa se fue de la Casa Rosada en un helicóptero, la situación era mucho peor. Por lo pronto, no sabemos que nos deparará el futuro. Yo sigo trabajando en el ministerio de Desarrollo urbano de la Ciudad de Buenos Aires y mi esposa en el Ministerio de Social de la Nación. Cada uno de nosotros ponemos nuestro granito de arena para que la Argentina sea un mejor lugar para nuestros dos hijos. Mientras tanto y como dicen nuestros vecinos uruguayos de No te va gustar: “Adentro llueve y parece que no va a parar, cantando a pesar de las llamas”.