La tibia respuesta argentina ante el coronavirus
El país del Río de La Plata va dos o tres pasos atrás de las medidas que tomó el presidente Martín Vizcarra. Mientras que en Perú ya entró en vigencia un toque de queda nocturno, aquí existe una muy permisiva cuarentena obligatoria.
Hace dos semanas la vida en Buenos Aires aún era normal. Los chicos iban al colegio, los adultos utilizaban los atiborrados medios de transporte para ir al trabajo, los cafés porteños rebalsaban de gente y los turistas paseaban por la ciudad a toda hora. Todo esto cambió cuando el coronavirus se hizo presente en esta parte del continente. Algunos ya habíamos reducido el contacto con el mundo fuera de nuestras casas.
Vivo en Banfield, una localidad al sur de la Capital Federal a la cual se llega en el ferrocarril Roca. No estamos muy alejados de la “ciudad de la furia”, unos 25 minutos de viaje en tren nos separa del lugar que inspiró tantos temas a Gustavo Cerati, Fito Páez y Carlos Gardel.
Una de las las señales del desprolijo manejo de la pandemia llegó el 9 de marzo de boca de Ginés González García, el ministro de Salud de la Nación, cuando declaró: “Yo no creía que el coronavirus iba a llegar tan rápido, nos sorprendió”. Uno de sus “argumentos” era que el inclemente verano argentino haría que el virus muera apenas sintiera el clima caluroso que solemos tener acá durante los primeros meses del año. Se equivocó.
El domingo 15 de marzo, Alberto Fernández, actual presidente argentino, aparecía en cadena nacional anunciando una serie de medidas de urgencia para combatir la pandemia del coronavirus:
1. Suspensión de las clases hasta el 31 de marzo en nivel inicial, primario y secundario.
2. Licencia a todos los mayores de 60 años, embarazadas y menores de 60 años condiciones de riesgo, tanto en el ámbito privado como en el público.
3. Se cierran fronteras durante 15 días y nadie va a poder ingresar a la Argentina. Salvo los argentinos nativos o extranjeros residentes en la Argentina.
4. El cierre de las fronteras no es restrictivo para quienes deseen salir del país, solo para los que entran.
5. Prohibición de desarrollar cualquier tipo de espectáculos, teatros, cines, deportivos o musicales que "signifiquen un número importante de gente que se nuclee en ese encuentro".
6. Los argentinos varados en países de riesgo serán traídos a la Argentina.
7. Si el fútbol se juegan a puertas cerradas, no hay inconveniente.
8. Se implementa el home office a todos los que puedan realizar esta modalidad de trabajo.
Aquella noche no había hecho ninguna referencia al sistema de transporte público, ese que suele estar atestado de gente de lunes a viernes y que podría significar un foco infeccioso del virus. La verdad que todos esperábamos algo más drástico, teniendo en cuenta que ese mismo día por la mañana el presidente en una entrevista radial había declarado: “Tenemos que parar la Argentina durante diez días para evitar la circulación del virus”.
En lo personal, desde la semana pasada había decidido no mandar a mis hijos al jardín desde el lunes 16. Mi esposa y yo nos encontramos desempleados, ella desde enero y yo desde la primera semana de marzo, razón por la cual decidimos resguardar a nuestros pequeños del virus.
A pesar de esas directivas del Poder Ejecutivo, la vida en el país continuaba más o menos como la conocíamos. Yo, siempre atento a lo que sucede en el Perú, criticaba la liviandad con la que se estaba tratando el tema en Argentina en comparación de lo que ocurría en el Perú. Un amigo de la niñez que vive en Lima me comentaba que el domingo 22 por la noche había tenido que ir de urgencia a su trabajo a retirar su notebook porque Vizcarra había declarado la emergencia nacional, medida que incluía el el aislamiento social obligatorio de todos los ciudadanos.
En contraste, veíamos por televisión que acá eran muy pocos los que habían tomado los recaudos necesarios para evitar contagiarse. Los centros comerciales seguían abiertos y la gente tomaba la sugerencia de confinamientos en sus hogares más como unas vacaciones.
Otra vez tarde, el gobierno de Fernández, al ver que los contagios aumentaban y que ya habían fallecidos por el coronavirus, decidió el jueves 19 dictar el aislamiento social obligatorio. Yo ese mismo día por la mañana me fui al supermercado a comprar productos de primera necesidad, algunos podrán decir que “el abastecimiento iba a estar garantizado”, pero tras vivir 14 años en este país, la experiencia me indicaba que debía llevar la delantera a lo que podía suceder. Las nuevas siete medidas indicadas por el Gobierno y que tendrán vigencia hasta el 31 de marzo son:
1. No hay obligación formal de asistir a los lugares de trabajo. La vida cotidiana deberá transcurrir en los domicilios y, en caso de existir la posibilidad, se deberá trabajar bajo la modalidad "home office".
2. Quedan exceptuadas de la normativa todas las personas que forman parte de las fuerzas de seguridad, como así también las policías provinciales, los bomberos y los empleados que trabajan en servicios públicos o comercios de venta de alimentos, farmacias o productos de primera necesidad.
3. Las personas estarán habilitadas a salir del domicilio únicamente para comprar productos de primera necesidad o emergencia médica.
4. El Estado nacional y los Estados provinciales deberán garantizar el abastecimiento con provisión constante de alimentos en los supermercados y también en los comercios medianos y pequeños de todo el país.
5. Los hospitales públicos y privados deberán contar con una guardia mínima para emergencias.
6. Se cerrarán todas las fronteras y se limitará al máximo el transporte público. Habrá retenes en las rutas nacionales y provinciales para evitar y frenar la circulación masiva en el país.
7. Las fuerzas de seguridad de las provincias y las de la nación deberán coordinar sus labores para evitar la violación del Decreto.
Días antes, el rumor del endurecimiento de las medidas para evitar la propagación del coronavirus crecían y mucho más aún de cara al fin de semana extra largo que se avecinada. En Argentina el lunes 23 y martes 24 son feriados y muchos, a pesar de la pandemia, comenzaron el éxodo a la Costa Atlántica. Felizmente, que se montó un gran operativo en las rutas que van a la playa y los que habían optado por huir de la ciudad no les quedó otra opción que pegar la vuelta.
A pesar del nuevo mensaje del presidente, en el cual garantizaba el abastecimiento de productos de primera necesidad, el viernes las postales en las principales ciudades de la ciudad eran casi apocalípticas: enormes colas en las puertas de los supermercados, gente sin ninguna protección para evitar el contagio y seguían los irresponsables paseando por las calles como si esto se tratara de un período vacacional. Un escenario que no tenía nada que ver con el que se ve desde acá en Perú, en el cual mucha gente es detenida incluso por sacar a pasear al perro para que haga sus necesidades.
En las redes sociales, mucha de la gente pide más mano dura por parte del gobierno argentino para que la gente cumpla con el confinamiento en sus hogares. Por los oscuros momentos vividos durante la dictadura de los 70, acá hay cierta resistencia con que los militares salgan a las calles para hacer cumplir estas medidas de emergencia, pero dado el mediano acatamiento de las recomendaciones por parte de la población es algo que ocurrirá en cuestión de días.
Se respira miedo y temor como en muchos lados. Un gran número de la población argentina tiene raíces españolas e italianas y ven lo que ocurre en esos países con el contagio del coronavirus y desean con todas sus fuerzas que eso no pase acá, pero ante la indiferencia de mucha gente es muy probable que esto también suceda acá, con la gran diferencia que el sistema de salud, en condiciones normales, es deficiente.
Tenemos que ser sinceros y saber que en la región la cuarentena se extenderá. No soy especialista en salud, pero el sentido común indica que eso será así. Un estudio publicado hace unos días en el diario Clarín, que se basa en matemática y biología, señala que el pico del coronavirus en Argentina ocurrirá entre fines de abril y principios de mayo. Sí, si queremos vivir seguiremos encerrados por un buen tiempo más.