Las razones no futbolísticas por las cuales Argentina debe ganar el Mundial
Luego de ocho años, la albiceleste está en una nueva final de la máxima fiesta del fútbol. De aquel 13 de julio de 2014 al presente, la situación en el país del mate y del dulce de leche cambió de manera significativa. Entre tantas pálidas, el pueblo argentino se merece una alegría.
Estamos a pocas horas de la final de Qatar 2022. Atrás quedaron los estudios estadísticos que vaticinaban quienes iban a ser finalistas, los grupos de la muerte y los candidatos de siempre. Luego de casi un mes de futbol, los finalistas son Argentina y Francia. Sabemos que es el último Mundial de Messi, dicho esto por el propio jugador, y levantar la tan esquiva Copa del Mundo sería la mejor forma de coronar su exitosísima carrera. Pero hay 40 millones de razones, tantas como habitantes tiene el país del Río de La Plata.
Los no argentinos pueden pensar que la Argentina al autoproclamarse como el país más futbolero del mundo es un acto de soberbia, algo que muchas veces se le adjudica a los argentinos, pero no es así. En la época del Mundial, el país se transforma por completo, en todos los ámbitos, no queda afuera de esto ninguno de los ámbitos sociales del país: el económico, político, cultural, y entretenimiento. La siempre agitada vida argentina tiene un respiro desde el primer día hasta el último de la participación de la Selección en un Mundial.
Me mudé a Buenos Aires en 2006. Dejé mi natal Lima y me mudé justo en el año en que se disputaba el Mundial de Alemania, aquel año un flaco y pelilargo Lionel Messi hacía su debut en un Mundial de mayores. Por aquel entonces, yo estaba estudiando periodismo en la Universidad de Palermo y un compañero de clases me invitó a ver el partido con su familia en Cinema, el desaparecido restaurante que estaba en la esquina de las avenidas Callao y Santa Fe, lugar en donde hoy hay un Mc Donalds.
Cinema era todo vidriado y a través de los cristales, conforme se acercaba el momento del partido, pude observar cómo la calle iba quedando vacía, pero vacía en su totalidad, es decir, sin personas y sin autos. Eso fue algo que me impresionó tremendamente, quizá porque nunca había visto a Perú en un Mundial y ese “fenómeno” no había ocurrido en Lima por obvios motivos. Ese día fue el de la recordada goleada por 6-0 a Serbia y Montenegro. La participación del equipo de Pekerman en la justa mundialista terminó cuando Argentina cayó en la tanda de penales ante el cuadro local por 4-2; ese nublado viernes invernal todo parecía un funeral, mucho silencio y caras largas.
Viví durante casi 16 años en Argentina y desde aquel 2006 hasta diciembre de 2021, momento en el que con mi esposa y mis dos hijos, todos ellos argentinos, dejamos en país fui testigo de la transformación del país.
El principal cambio fue el económico. En 2006, la inflación anual fue de 9.6 % mientras que la del presente año ya está rozando el 100 %. Siempre pongo el ejemplo de la cerveza en el Bellagamba, mi bar favorito en Buenos Aires. Cuando llegué a Argentina una Stella Artois de un litro costaba 5 pesos, a fines de noviembre del 2021, un mes antes de mi partido, pagué por la misma bebida 400 pesos. Como es de suponer, esos pocos auspiciosos números de la economía hicieron que la pobreza aumente de manera exponencial.
La inseguridad ciudadana también se incrementó de manera dramática. Esto no es algo exclusivo de la Argentina, sino de todo Latinoamérica, no en vano la región lidera el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo.
La vida política argentina está bastante convulsionada desde hace años. Con expresidentes investigados y funcionarios procesados por corrupción e enriquecimiento ilícito esto hace que la tristemente famosa “grieta” enfrente y divida a la población entre peronistas y no peronistas, con posiciones cada vez más extremas en ambos bandos. El 2023 es un año electoral en la Argentina y los políticos aprovechan en utilizar los buenos resultados de la Selección para “llevar agua para su molino”. En redes sociales se lucen emocionados con los resultados del equipo, siempre enfundados con la albiceleste.
Pero como ya dije, todo esto se detiene durante el Mundial. En el 2014, la calma mundialista fue durante casi un mes. Luego de cada partido con mi esposa, por aquel entonces novia, y amigos nos íbamos al Obelisco a celebrar. En el trayecto desde Villa Crespo, barrio donde vivía, se respiraba felicidad. En el subte, las canciones de apoyo a la selección se cantaban a viva voz y el motorman hacía sonar la bocina de la formación.
Lamentablemente, aquel 13 de julio, fecha de la final del Mundial en Brasil – sí, encima en la tierra del rival de toda la vida- la suerte no estuvo de parte de albiceleste. La tristeza de los jugadores era tan igual o mayor que la de todos los que esperábamos un resultado distinto al que se dio.
La cada vez más grande diáspora argentina repartida en todo el mundo también le hace el aguante a la Selección desde los puntos más alejados e insólitos del planeta. Desde diciembre del año pasado, junto a mi familia nos mudamos al sur de Israel, cerca de las fronteras con Jordania y Egipto, y apenas comenzó el Mundial muchos daban mensajes de aliento para la Selección. Las cábalas están a la orden del día, en mi caso camiseta de River y campera de la Selección, una de diseño medio retro, es la vestimenta oficial para todos los partidos. ¿Lugares? Durante todo el mundial no tuve un lugar fijo, incluso tuvimos una pequeña mudanza hace un par de semanas; lo más seguro es que lo vea con unos amigos y compañeros de trabajos que también son argentinos.
Con tres finales mundialistas perdidas es momento que la Copa se tiña de celeste y blanco. Que el sufrido pueblo argentino tenga una gran alegría, esa que sabemos que se va a extender hasta fin de año; y que el momento quede grabado en la memoria sobre todo de los más pequeños, de ellos que crecieron teniendo a Messi como su ídolo futbolístico, ese mismo que ya anuncio que después de los 90 minutos del domingo, o tal vez 120, serán sus últimos en un Mundial. Para la vida después de Messi ya habrá tiempo para pensar.
Escrito por
Periodista. Viví durante quince años en Argentina, hoy estoy en el sur del desierto israelí. Que sea siempre rock. TW: @lvreyes